viernes, noviembre 22, 2024
Carlos Martinez

Una triste realidad para el mundo del emprendimiento… Para muchas personas, el concepto de ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson (o en este caso, ¿Quién se ha llevado mi dinero?, de Robert Kiyosaki), es bastante conocido; sin embargo, parece que durante los últimos años a muchos de nosotros se nos había olvidado.

Hasta hace unas semanas, veíamos una tras otra las noticias de que a X o Y emprendimiento les habían invertido una gran cantidad de dólares y, claro, esto se convertía en el sueño de todo joven: todos buscaban ser el próximo unicornio (término usado para las empresas cuya evaluación financiera supera los mil millones de dólares).

Sin embargo, algo cambió. Por alguna loca razón, las compañías de inversión de riesgo VC (venture capital) comenzaron a exigir a las empresas indicadores de rentabilidad y retorno de la inversión, algo que hasta este punto no era común.

En esta loca carrera de perseguir unicornios, nos habíamos montado en un tren de búsqueda de dinero para crecer desmesuradamente; aún recuerdo a mis amigos más exitosos en este mundo recriminándome cuando les preguntaba cómo iban a volver su negocio un modelo rentable, pero la respuesta era siempre la misma:

“El objetivo de los inversionistas es crecer y para crecer es importante quemar plata; después veremos cómo lo volvemos rentable, ese no es el problema en este momento”.

La verdad sea dicha, nunca terminé de entender este concepto. No entendía cómo alguien iba a invertir en mí o yo iba a invertir en una empresa que no tenía claro cómo me iba a retornar la inversión, porque lo importante era buscar un fondo de capital cada vez más grande que le comprara al más pequeño y así ir creciendo la valoración de la compañía.

Para poder entenderlo en términos de la vida real, volvamos a nuestro típico ejemplo del vendedor de empanadas: Juan José monta un puesto de empanadas al frente del edificio de una gran empresa de capital de riesgo (VC); él vende cada empanada a $3.500 y la fabricación de cada una le cuesta $1.500, vende 50 empanadas al día y gana $100.000 pesos diarios.

En ese momento, un alto ejecutivo del VC prueba las deliciosas empanadas, el sabor es único, pero ve que a ese precio de venta es difícil crecer el negocio.

El gran ejecutivo le pregunta a Juan José sino cree que podría vender muchas más empanadas si las vendiera a $1.000; a lo que Juan José —sin necesidad de haber realizado muchos estudios o evaluaciones financieras— le responde que sí, que obviamente vendería más empanadas, pero que no sería rentable; el gran ejecutivo se ríe y le dice que eso no es lo importante, que lo importante es vender millones de empanadas, tener miles de locales y que así llegaría algún día un gran banco y le daría cada vez más “plata para quemar” y seguir creciendo.

Juan José, que —igual que yo— no entiende bien el fondo de la estrategia ni cómo algún día va a devolverles plata a los grandes inversionistas, si cada vez que vende una empanada pierde plata, decide no hacer caso y continuar ganándose $100.000 al día.

El caso de Juan José no es alejado de la realidad. Lo que sucede es que hoy el mundo cambió: la inflación por la cantidad de dinero que las grandes economías pusieron en ayudas por la pandemia de COVID, la inflación por la escasez de muchos insumos causada por la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania, la inestabilidad en Latinoamérica por la incertidumbre política, todos estos factores han estallado la burbuja de la “plata para quemar”.

Vendrán tiempos difíciles: muchas empresas de gran crecimiento en ventas y número de empleados se verán afectadas, miles de puestos de empleo se perderán y las grandes ideas, pero sin modelos de negocio rentables, se verán afectadas, la selección natural de Charles Darwin por los negocios realmente rentables inició.

¡Que sobrevivan los mejores!!

Artículo publicado en la edición #480 de los meses de junio y julio de 2022.

Stefanie Klinge
Miguel Dallos