Durante años, ser un experto significó acumular datos, ofrecer respuestas precisas y destacarse por la cantidad de conocimiento desplegado. Esa lógica funcionó bien en tiempos de escasez, cuando acceder al conocimiento o a la información de calidad era un privilegio. Sin duda, es una realidad: la información abunda, pero el sentido de interpretarla sigue siendo un desafío para todos.