Después del estreno de la película The Social Dilemma en enero de 2020 y, sumado a las experiencias de la hiperconexión a las que nos llevó la pandemia, ha empezado a surgir un nuevo comportamiento digital, que aún no es significativo en cifras; pero que puede cambiar las reglas del contacto a través de estos medios: la necesidad de desconexión.
También tiene qué ver con la llegada de los millennials a su edad productiva. Después de haber sido motores de la masificación de las redes sociales, han visto la necesidad de dosificar o racionalizar sus interacciones digitales, en función de la productividad.
En términos comportamentales, esta necesidad ya ha sido advertida por los mismos desarrolladores de aplicaciones.
En su libro Make time, Jake Knapp y John Zeratsky –que contribuyeron a crear y desarrollar Encarta, Gmail, Google Adwords, Google Meet, YouTube y Slack, entre otros servicios– afirman que estas aplicaciones están concebidas para atrapar a los usuarios en “agujeros negros” que de clic en clic los llevan a una navegación en bucles de la que se vuelven dependientes y, por consiguiente, insatisfechos.
Tanto que recomiendan no abrir aplicaciones de redes sociales, contenidos y hasta el correo electrónico cuando se quiere incrementar la productividad y llevar a cabo las tareas prioritarias del trabajo.
En esa misma línea, nuestra videocolumnista Mónica Ávila Forero explica, en su entrega de abril, que en el ambiente laboral las personas experimentan interrupciones cada 11 minutos.
Este problema mundial ya está provocando reacciones concretas como el diseño de aplicaciones de meditación y relajación, aplicaciones para silenciar otras aplicaciones (por absurdo que suene) o modos de configuración de los dispositivos para silenciar notificaciones durante ciertos períodos.
Los expertos recomiendan desactivar los globos, eliminar las notificaciones de pantalla e implementar horarios específicos para responder mensajes o consumir contenidos.
En este punto, puede parecer contradictorio que el número de usuarios de redes sociales no haya parado de crecer.
Según Data Reportal, en el último año, Facebook alcanzó 2.912 millones de usuarios en todo el mundo; YouTube, 2.565 millones; WhatsApp, 2.000 millones; Instagram, 1.478 millones; TikTok, 1.000 millones y Twitter, 436 millones.
Sin embargo, las estadísticas de uso real de esas mismas redes sociales resaltan el punto de discusión.
Los usuarios activos de Facebook –es decir, quienes abren diariamente la aplicación– equivalen al 66% de los registrados en la plataforma.
Por otra parte, el estudio The Infinite Dial 2021, de Edison Research y Triton Digital, con encuestas telefónicas a 1.507 personas en Estados Unidos, dio a conocer que, entre los usuarios registrados, el porcentaje de uso de Facebook es del 61%; Instagram, 43%; Pinterest, 31%; Twitter, 23%; TikTok, 23%; LinkedIn 22% y WhatsApp, 21%.
Si a este fenómeno se suma el crecimiento de las plataformas de streaming, con decisiones como las de Disney de retirar algunas de sus canales de la televisión para migrar ese contenido a Disney+, podemos advertir que, poco a poco, la publicidad en medios pierde terreno.
Presumimos que la comunicación de marca será más directa, más experiencial, menos “publicitaria” y más formateada en contenidos; más inmersiva, ya sea en ambientes reales o metaversales.