viernes, noviembre 22, 2024
Pecas

¿Cuántos de nosotros hemos vivido en carne propia la creación de un plan y estrategia para tener el tan anhelado impacto deseado?

Estoy convencida que la inmensa mayoría de los decisores corporativos caen en esta bolsa y no se trata de un mal común, sino más bien de un deseo mal ejecutado. En la era de la hiperconectividad en la que nos encontramos la publicidad digital se ha convertido en el faro que guía a las empresas hacia sus audiencias. Colombia, un país que ya asumió parte de esta tarea, ha visto un crecimiento significativo en la inversión en publicidad digital, reflejando una tendencia global hacia la adopción de estrategias de marketing más sofisticadas y efectivas.

Solo en 2022, la inversión en publicidad digital en Colombia experimentó un incremento del 15,4%, este crecimiento es un testimonio por parte de las empresas y que pone sobre la mesa la importancia de la publicidad digital en la economía moderna. Sin embargo, más allá de las cifras, es crucial analizar y discutir las implicaciones de este crecimiento.

Y es que la publicidad digital, con su capacidad para llegar a un público más amplio a un costo más bajo, ha revolucionado la forma en que las empresas se conectan con sus clientes. La posibilidad de segmentar y personalizar cada vez más los mensajes publicitarios ha llevado a que las empresas lleguen a sus audiencias de manera más efectiva, lo que a su vez puede conducir a un mayor retorno de la inversión. Pero no nos equivoquemos, inversión nunca será igual a impacto. Lastimosamente existen empresas que, en su afán de entrar en esta ola digital, invierten sin tener clara una hoja de ruta, y la consecuencia puede ser catastrófica, no sólo hacía el negocio, sino en la destrucción y convicción corporativa de estas organizaciones que luego de una mala experiencia, ajustician injustamente, el ecosistema.

En este camino los pasos no necesitan orden, sino firmeza. Tener claro que este ambiente está creado para innovar, e innovación es: prueba y error. El sentido común está subvalorado pues perdemos la atención a los detalles por la idea de que la marca es lo suficientemente fuerte lo que redunda en un daño mayor. Así, olvidarnos de la fase cero y no hacer un ‘mea culpa’ es más común de lo que creemos. El ego corporativo es capaz de generar un efecto erosivo que el de una campaña que no alcanzó el impacto esperado. ¿la clave?: Escuchar. Pensamos saber cómo somos percibidos, pero afuera ya nos ven diferentes.

‘Escuchar para accionar’

Pensemos bidireccionamente. No podemos dejar de lado la infinita labor de captar la atención del usuario, porque, efectivamente, esta es la moneda de cambio que rige el juego y fundamenta la base de cualquier campaña: ¿Cómo atrapo la atención de mi público? Y sí, como usted lo piensa, esta es quizá la pregunta más simple, pero déjeme decirle que es la más relevante.

Es desde el escuchar que partimos hacía la comprensión, planeación, diseño, construcción y ejecución de una estrategia. Herramientas tecnológicas, plataformas de medición o metodologías para determinar el alcance, entre otras, son anexos que reducen el margen de riesgo, pero nunca definirán los factores críticos de éxito.

El impacto, y como el titular lo propone, llega con varias facetas y ángulos y que no se pueden obviar. Si usted, querido lector, fue testigo de una debacle en sus campañas, no se rinda y no de por perdida la labor; es cuestión de aplicar la regla y, por qué no, dejarse asesorar. El ritmo del mercado ya deja una estela en la que la tendencia ya ha perdido su factor sorpresa, no se quede atrás. Escuche, accione e impacte.

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Stefanie Klinge
Miguel Dallos