Para sacarle el máximo provecho a la inteligencia artificial, necesitamos una nueva habilidad blanda. Por cierto, existe también la empatía mecánica: botón equivocado del ascensor o cómo usar intuitivamente un electrodoméstico.
La gran revolución de la inteligencia artificial es de relación: antes, le dábamos instrucciones a una máquina; ahora, le hablamos. Antes, usábamos dispositivos de input artificiales; ahora, le compartimos nuestros pensamientos y le mostramos cosas de la manera más natural.
Ella, por su parte, nos responde más humana que nunca. Tal vez no tenga conciencia, pero sí personalidad: en cada palabra expresa una mirada, un punto de vista.
Podrá ser el resultado de un algoritmo, pero no por esto deja de ser única y original: no es lo mismo una respuesta de ChatGPT, de Claude o de Grok.
Todas estas IA son por ahora asistentes discretas: adoptan un bajo perfil, se adaptan a nuestras necesidades y la personalidad no se les sale mucho.
Cuando sean compañeras de trabajo, va a ser mucho más importante y notoria. Es difícil imaginarlo ahora, pero la oficina del futuro va a estar poblada de NPC (non-person colleagues).
Parientes cercanos de los non-player characters de los videojuegos, son inteligencias artificiales con nombre, apellido, apariencia, correo electrónico e historia personal que trabajan de la mano con nosotros, participan de reuniones, envían correos, responden whatsapps.
Aún más: se les va a notar el temperamento cuando sean tus jefes (o si no, pregúntale a un socio de Uber o a un repartidor de Amazon).
Frente a estos roles más relevantes de la IA, es normal que necesitemos otro nivel de comprensión: la empatía sintética.
Qué es la empatía sintética y por qué es importante
La empatía tout court es la habilidad de entender y relacionarse con otros seres humanos; la empatía sintética es lo mismo… pero hacia las máquinas.
En la medida en que las entidades sintéticas se vayan tornando más presentes en nuestras vidas, mayor y más importante será la facilidad de relacionarse con ellas, de entenderlas.
Si la empatía se basa en el reconocimiento del otro como similar (un individuo con mente propia), la empatía sintética requiere un nivel de abstracción mayor: con la máquina, la similitud no es de fondo y se limita al output, así que la comprensión debe extenderse a un sistema en parte alienígena, no humano.
El kikubari japonés –tener en cuenta la gente que te rodea– subirá de nivel cuando el grupo del que eres parte incluya entidades sintéticas.
No hablamos solo de prompt engineering o de la capacidad de interrogar con eficacia las inteligencias artificiales: esta es una manifestación básica. Hablamos en cambio del talento de llevar la interacción a otro nivel, de entender aún más ese cerebro no-biológico.
Quien tenga este talento será buscado por las empresas que estén incorporando trabajadores sintéticos. Buscaremos candidatos con esta habilidad inconsciente para garantizar un largo futuro de integración y productividad.
En la industria publicitaria, ya hace muchos años hemos dado la bienvenida a la automatización: hoy gran parte del trabajo de planificación, implementación y reporting de una campaña digital acontece a través de la interacción de un humano con una máquina.
Un buen planner digital maneja Facebook y TikTok como un virtuoso; su talento no reside en conocer los comandos o los botones que debe apretar, sino en su capacidad de entender profundamente –y poder explotar al máximo– su instrumento. Es un primer ejemplo de empatía sintética ya hoy presente en nuestro mercado: una parte se puede explicar, otra es un talento innato.
Empatía sintética: cómo desarrollarla
Con la proliferación de modelos, la complejidad aumentará: habrá personas que entenderán a unos mejor que a otros y serán capaces de interpretar plenamente una herramienta pero estarán perdidas con otra.
Esto llevará a una especialización en la capacidad de relacionarse efectivamente. No se basará en el conocimiento de las features o en la comprensión del modus operandi de la caja negra: será algo más cercano a una sintonía instintiva con el modelo.
Quien interactúa con más máquinas en su día a día tendrá ventaja: estudios recientes en Estados Unidos muestran que usar regularmente varios aparatos conectados hace más fácil alcanzar esa sintonía.
Cuando ya hemos dejado de hablar de nativos digitales (todos lo somos), the new digital divide (la nueva brecha digital) puede ser de relación, de intimidad más que de uso y de conocimiento.
Mi hipótesis es que habrá diversos grados de empatía sintética, así como los hay de inteligencia emocional: las personas que demuestren tenerla en una alta medida serán las más buscadas en el mercado laboral.
¿La empatía sintética se estudiará? ¿Emergerá como un talento natural? No tengo la respuesta. Sí sé que un factor fundamental para adquirirla será el uso continuo de las máquinas.
Generar un hábito de frecuentación trae el conocimiento que, a su vez, es la base de la empatía, como pasa entre seres humanos. En el uso continuado, podremos percibir y entender esas sutiles y evanescentes características que distinguen cada sistema.
Ser empáticos es vital para la vida social; la empatía sintética va a ser clave para nuestro desarrollo profesional en el futuro.
Artículo publicado en la edición #492 de los meses de junio y julio de 2024.
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