Los canales de comunicación política tienen una nueva tendencia para ganar seguidores y votos.
El alcance de los influencers va más allá de imponer tendencias de consumo, su rol lo convierte en un líder de opinión aplicado al medio online y por esto mismo tiene la facilidad de poder vagar en otras inclinaciones como en el sector político, lo cual fue evidente en las Elecciones Regionales 2023 en Colombia.
Estas elecciones han servido como un paradigma revelador de la dinámica cambiante en las tendencias y canales de comunicación política entre los emisores, representados por los candidatos, y los receptores, que son la ciudadanía. Estos acontecimientos señalan algunos de los cambios que se prevé continuarán desarrollándose en los próximos años.
En primer lugar, las redes sociales terminan siendo el canal más orgánico para quienes aspiran a cargos de elección popular puedan comunicar o difundir su mensaje. Esto no sucede solo en Colombia, a nivel mundial también los influencers optan por dar su opinión en política tanto así que algunos solo se dedican a este sector.
En Colombia, este fenómeno se atribuye, en gran medida, a la debilidad o inexistencia del ecosistema de medios de comunicación en la mayoría de las ciudades. Lamentablemente, más de 500 municipios carecen de canales de comunicación o medios locales dedicados a la producción de información a nivel local, lo que finalmente impulsa un crecimiento significativo de la presencia en las redes sociales.
Sin embargo, no quiere decir que el uso de dichas plataformas no sea legítimo, de hecho, constituye una vía legítima para la comunicación y el establecimiento de proximidad con el emisor. Aunque los canales tradicionales y las plataformas en línea no deben ser vistos como competidores, sino más bien como complementarios, resulta acertado utilizar Facebook, TikTok, Instagram, entre otras, como un medio para reaccionar y fomentar la interacción con la ciudadanía.
En segundo lugar, el empleo de las redes sociales, en campañas políticas, al ser una tendencia en constante crecimiento, plantea un escenario en el que las reglas de juego no están claras y definidas. Evidentemente, esto conlleva riesgos, y es por eso que quienes optan por expresar su opinión deben asumir una responsabilidad genuina en la información que comparten. De lo contrario, se podría contaminar el ecosistema con contenido pagado o información disfrazada con reacciones no auténticas. Este es el punto en el que los influencers deben tomar decisiones cruciales: divulgar información precisa de manera transparente o comprometer sus cuentas a cambio de compensaciones económicas, lo cual carece de transparencia.
En tercer lugar, cuando aquellos individuos que han llevado a cabo sus campañas en redes sociales acceden al poder, a menudo continúan gobernando según las mismas normas y olvidan su responsabilidad como funcionarios públicos. Deben entender que las redes sociales, en este contexto, deben ser tratadas como canales institucionales. En consecuencia, no tienen la libertad de difundir información indiscriminada; deben ser cautelosos en la reproducción de datos, abstenerse de incitar a la violencia y evitar estigmatizar a sus rivales o periodistas.
De esta forma, el uso responsable de las redes sociales es fundamental, especialmente cuando se trata de figuras políticas. La falta de normativas no debería ser una excusa para abusar de estas plataformas. La tecnología, aunque nos brinda la oportunidad de acercarnos a la ciudadanía y mejorar la comunicación comunitaria, debe ser empleada con responsabilidad. La comunicación es un privilegio que, en lugar de ser explotado, debería aprovecharse para el beneficio de la sociedad en su conjunto.
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