Aunque existen cientos de libros sobre liderazgo y teorías sobre la materia, psicólogos como Daniel Goleman –quien ha desarrollado el concepto de la inteligencia emocional– sugieren que los gerentes más eficaces utilizan una colección de estilos de liderazgo distintos, cada uno en la medida correcta, en el momento adecuado.
En un mundo en constante cambio, donde la tecnología avanza a pasos agigantados, las empresas y sus líderes se enfrentan al desafío de adaptarse y prosperar. Y para ello, es fundamental contar con un liderazgo efectivo y una gestión empresarial sólida.
¿Cómo lograrlo? Hasta hace algunos años, muchos gerentes creían que el estilo duro y desagradable de tratar a los subalternos era el ideal. “Mira los resultados”, le dijo Steve Jobs a su biógrafo, Walter Isaacson, antes de morir. “Toda esa gente con la que he trabajado son personas inteligentes, y cualquiera de ellos podría conseguir un trabajo estupendo en otra empresa si de verdad sintieran que los trato de forma insensible. Pero no se van”, agregó Jobs, quien en algunas ocasiones fue tan duro como cruel con quienes lo rodeaban, incluyendo su familia.
Aunque la flexibilidad de la que habla Goleman es difícil de poner en práctica, se amortiza en rendimiento. Y mejor aún, se puede aprender, dice este experto. En su opinión, los gerentes a menudo no se dan cuenta de cuán profundamente el clima organizacional puede influir en los resultados. El clima organizacional, a su vez, está influenciado por el estilo de liderazgo y por la forma en que los gerentes motivan a los subordinados directos, recopilan y usan información, toman decisiones, administran iniciativas de cambio y manejan las crisis.
Negocio y liderazgo van de la mano
Cinco veces campeón de la Liga de Campeones con los principales equipos del fútbol europeo después de triunfar como jugador, el italiano Carlo Ancelotti es un exponente de lo que él ha llamado ‘liderazgo tranquilo’ y un crítico de la ‘mano dura’, que han utilizado colegas suyos como José Mourinho, o Jobs, en el mundo corporativo.
En su libro ‘Liderazgo Tranquilo’ plantea que los jugadores y las personas rinden más cuando están en un ambiente en el que se sienten bien, respetados y cómodos. En palabras de un cronista deportivo que lo entrevistó varias veces, el italiano era el catalizador de la energía de un grupo de jugadores que pensaba que con él tenían el poder. Dejaba que se sintieran dueños del equipo y les permitía decidir sobre ciertos aspectos en una suerte de régimen parlamentario.
Y aunque muchos pueden pensar que una cosa es el mundo de los negocios y otra el de deportes, esas dos escuelas representan lo que el teórico de la administración y profesor de MIT Douglas McGregor denominó en los años 60 las teorías X (estilo autocrático) e Y (estilo inspirador que promueve el empoderamiento).
En un mundo corporativo cada vez más competitivo, en el que los cambios suceden a un ritmo vertiginoso y la tecnología está propiciando que cada vez haya más emprendedores, el líder debe trabajar de la mano con sus equipos para comprender los cambios y vislumbrar los beneficios que pueden significar para la empresa.
Además de cambiar el enfoque con el que se miden los resultados de la empresa y no centrarse solamente en el retorno de la inversión (ROI) inmediato (pues muchas veces la innovación rinde frutos a largo plazo), también debe construir una visión de futuro en la que se defina clara y detalladamente la misión del talento humano de la compañía.
Ello demanda reconocer sus esfuerzos, tanto en los casos de éxito como en los fracasos. Al fin y al cabo, la innovación necesita un proceso de prueba, error y aprendizaje para llegar a madurar. El líder tiene que demostrar pasión por el cambio y hacerle saber al equipo que el espíritu emprendedor es un valor central de la empresa.
Liderazgo en función del equipo
Aunque algunos podrían pensar que esta aproximación al trabajo en equipo socava el principio de autoridad, cada vez hay más consenso de que el verdadero líder –en cualquier ámbito– no impone las decisiones, las modela, según las palabras de Nelson Mandela.
Y es que a medida que las sociedades se han vuelto más complejas, se necesita un liderazgo distinto, que algunos expertos llaman transformacional, orientado a las personas, más humano. Allí la clave es que los equipos se sientan empoderados, lo cual quiere decir que el líder debe ser capaz de compartir el poder, la influencia y el control.
Harry Truman, el presidente norteamericano que autorizó el uso de la bomba atómica, solía decir que “el liderazgo es el arte de persuadir a la gente para que haga lo que ya debería haber hecho”.
La anécdota, relatada en el libro ‘El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas’, pone de presente una vieja discusión sobre el liderazgo y los verdaderos líderes. Chris Lowney, autor del libro, dice que los jesuitas no solo lo hicieron mejor que Truman, sino de la manera correcta: su tarea no fue persuadir a los novicios para actuar; les dieron las destrezas para discernir por sí mismos lo que había que hacer.
Se trata de una idea que encaja dentro de lo que es la concepción moderna del líder, entendido no como el personaje carismático (Ancelotti no lo es) o autocrático, sino como aquel individuo que inspira y ayuda a construir. ¿Está usted preparado para ello?
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