El 15 de marzo se celebra el día mundial del consumidor, como conmemoración a la proclamación de la carta de los derechos al consumidor proclamada por Kennedy en los Estados Unidos en 1962, concepto que partía de la premisa casi olvidada que los consumidores tenemos derechos y deberes.
Mientras el gasto de los hogares en Colombia comienza a recuperarse con 5 meses de crecimiento y el DANE nos cuenta que el comercio sigue creciendo (sobre todo por venta de carros y motos), poco se habla de lo mucho que está cambiando el comercio y como los derechos y los deberes del consumidor quedan completamente olvidados.
Hay un bloque de personas que buscan regular el consumo de muchos productos por medio de normas, bajo la premisa de proteger al consumidor; esas mismos que señalan a muchos sectores y empresas colombianas por no “cuidar” a sus clientes, no dicen nada de la entrada de productos de contrabando, por comercios electrónicos de precios bajos, la venta de mercancía chiviada ni mucho menos por el comercio informal que no ofrece ninguna garantía a las personas.
En la ola de defensa de los derechos de las personas, los derechos del consumidor planteados por Kennedy se han desdibujado. Ahora, se usan para entregarle al estado el rol de los padres y de las personas: se le pide al gobierno que ponga impuestos, etiquetas e incluso prohíba productos que al ser mal consumidos pueden tener algunos efectos negativos. Esto comenzó con el alcohol y hoy por hoy sigue en el mercado; siguió con los cigarrillos y hoy hay vapeadores disponibles; se podría hablar del caso del plomo, donde las regulaciones mundiales logran sacar este ingrediente de los soldaditos para jugar y combustibles, pero nunca se acabaron ni los juguetes ni la gasolina.
Esta necesidad que tenemos de darle control al estado sobre nuestras libertades no sólo es peligrosa sino hipócrita, porque lo que le pedimos al gobierno es que haga nuestra labor como personas responsables e incluso como padres, porque somos nosotros los que debemos aprender a consumir las cosas de manera moderada, en la frecuencia correcta y a la intensidad recomendada: una cosa es tomarse una cerveza al almuerzo, dos o tres días a las semana y otra muy diferente tomarse 3 cervezas, en media hora, un viernes en la tarde.
Consumir es derecho y un deber al mismo tiempo. Tenemos la libertad de hacerlo según nuestras preferencias y creencias, pero las normas nos imponen las preferencias y creencias de otros. Hoy nos dicen que un producto es malo y que obviamente uno es bueno, como influyendo en nuestra decisión de satisfacer nuestras necesidades. Recuerdo bien como hace 30 años decían que el huevo era malo y nos iba a matar por algo del colesterol y ahora casi todos los médicos saben que eso no es así y los nutricionistas siempre lo recomiendan. ¡Ah cuando un miedo llega a la mente de una persona sin fuerza ni autoestima, es capaz de incendiar el mundo en su reacción sin control!
En estos tiempos, con un comercio global, con personas sin escrúpulos, con ideas retrogradas y retardatarias, tenemos más que nunca que levantarnos a defender los deberes del consumidor. Sí, los deberes, no sólo los derechos, porque si logramos que el consumidor cumpla con sus deberes, sus derechos estarán garantizados: debemos consumir bien, poner la basura donde es, comprar legal y reusar, reutilizar y reciclar cosas que tenemos.
Debemos dar un paso más allá de pedir que nos prohíban: debemos comenzar una revolución silenciosa, donde el consumo sea el motor del cambio.
Feliz día del Consumidor, con deberes y derechos, con libertad para todos.
"Muchas personas quieren que el gobierno proteja al consumidor.
Un problema mucho más urgente, es proteger al consumidor del gobierno"
Milton Friedman
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