El mercadeo personal fomenta la autopromoción y la competitividad, desde la perspectiva laboral. Sin embargo, los estudios y la literatura académicos exploran las marcas personales, sobre todo en celebridades o políticos. ¿Por qué no pensar que cada individuo alrededor del mundo puede construir su marca personal? ¿Por qué no pensar que más allá del ecosistema al que pertenecemos, todos labramos una historia y somos reflejo de nuestras propias realidades de vida?
A inicios del año 2000, los estudios y artículos académicos empezaron a esbozar el concepto de marca personal desde dos frentes. El primero se hizo por medio de aquellas definiciones que surgían del mercadeo, desde lo transaccional (la venta, la personificación a partir de un producto, la promesa de valor, el foco en el consumidor…) para diferenciarnos en una economía competitiva. El segundo, desde una visión psicosocial, desde el ser, en la que se resaltan comportamientos y atributos intangibles, como la reputación, la imagen, la identidad y todo lo que nos hace únicos.
Al combinar estos dos frentes, se puede llegar a una definición de la marca personal como el compendio de atributos propios y coherentes que nos diferencian de los demás, que establecen en nosotros creencias y valores únicos, y que generan reacciones favorables en diferentes audiencias.
Marcas personales más sostenibles, autorreflexivas, con mayor creación de valor compartido.
¿Qué pasaría, ahora, si añadimos al mercadeo personal un tercer frente? La sostenibilidad. Se piensa que la sostenibilidad es a largo plazo, lo cual es válido porque, de hecho, la construcción de una marca personal no es finita y puede cambiar en el tiempo; pero, así mismo, debe conservar su esencia a lo largo de los años. Ser sostenible temporalmente hablando.
Pero veámoslo desde un enfoque de equilibrio, de impacto y desarrollo para hacerles frente a los problemas mundiales, desde los desafíos sociales, hasta los ambientales. Repensemos la definición: compendio de atributos propios y coherentes que nos diferencian de los demás, que establecen en nosotros creencias y valores únicos, que generan reacciones favorables en diferentes audiencias, que movilizan e influencian y que nos permiten dejar una huella positiva en nuestro entorno.
Con estos tres frentes, llega el momento de repensar la construcción de nuestras marcas personales hacia una visión con propósito, más sostenibles, autorreflexivas, con mayor creación de valor compartido, que nos permitan tener mayor conciencia de lo que pasa a nuestro alrededor, que nos habiliten nuevos vínculos y diálogos sociales para aportar en la construcción del ecosistema donde tenemos injerencia.
Si hoy estamos buscando una conexión emocional con aquellas marcas que tienen un propósito detrás, que operan siendo conscientes de los desafíos climáticos, que son justas, incluyentes y equitativas, que atienden y solucionan las brechas sociales de nuestro país, empecemos por nosotros mismos y tomemos acción desde nuestros roles, desde nuestras profesiones o desde lo que hagamos. Trascendamos en el día a día, con iniciativas concretas, para nosotros mismos y para los demás. Estoy segura de que, si el mundo fuera un rompecabezas, y cada uno tomara acción con una pieza, lograríamos ver un panorama diferente. Diferente como la marca personal sostenible que invito a construir.