Hace unos días, mi hijo Agustín, de un año, intentó usar un teléfono de disco de Fisher-Price. Movía el disco con curiosidad, girándolo una y otra vez, pero sin saber realmente cómo hacer una llamada. Para él, ese juguete no tenía el mismo significado que para mí, que lo veía como un clásico.
Esa escena me hizo pensar en cómo la comunicación ha cambiado drásticamente con el tiempo, no solo entre generaciones, sino también en el mundo de las marcas, los voceros y los consumidores. Si bien el propósito sigue siendo el mismo —conectar, transmitir un mensaje, generar impacto—, las formas en que lo hacemos evolucionan constantemente.
Así como Agustín está aprendiendo a interactuar con su teléfono de juguete, nosotros, como sociedad, estamos en un proceso continuo de adaptación a nuevas plataformas, herramientas y, sobre todo, a las expectativas cambiantes de nuestras audiencias. Ya no basta con comunicar; es necesario entender los códigos, formatos y tiempos que rigen la conversación hoy en día.
Las marcas que no se adaptan corren el riesgo de quedarse con un “teléfono de disco”: una reliquia que alguna vez fue útil, pero que hoy ya no cumple su función. En un mundo donde la inmediatez y la interacción son clave, seguir apostando únicamente por métodos tradicionales puede significar una desconexión total con las nuevas generaciones.
Ejemplos de esto hay muchos. Empresas que se resistieron al cambio digital y vieron cómo su relevancia se desvanecía, frente a aquellas que supieron reinventarse y encontrar nuevas maneras de conectar con su público. Desde la publicidad hasta la forma en que los voceros construyen su credibilidad, la comunicación ha dejado de ser unidireccional para convertirse en un diálogo constante.
Las redes sociales, los formatos audiovisuales y la personalización del contenido son algunos de los factores que han redefinido la manera en que nos comunicamos. Antes, un mensaje bien estructurado y un canal masivo eran suficientes. Hoy, necesitamos segmentación, autenticidad y capacidad de respuesta en tiempo real. No es solo lo que decimos, sino cómo y dónde lo decimos.
El consumidor actual ya no es pasivo. Es crítico, exigente y participativo. Quiere marcas que lo escuchen, que le hablen en su lenguaje y que le den contenido de valor. La era de la comunicación vertical ha terminado. Ahora, el éxito radica en la capacidad de interactuar, de crear comunidades y de generar conversaciones genuinas.
Por eso, las empresas que triunfan no son necesariamente las más grandes, sino las más ágiles. Aquellas que entienden que la comunicación no es un monólogo, sino una conversación en la que la retroalimentación constante es clave. Las marcas que saben adaptarse a los cambios tecnológicos y culturales son las que logran establecer relaciones duraderas con sus audiencias.
Esto no significa que debamos abandonar completamente los métodos tradicionales. Hay elementos de la comunicación clásica que siguen siendo valiosos, como la claridad del mensaje, la coherencia de la marca y la construcción de confianza a largo plazo. Sin embargo, el desafío está en encontrar el equilibrio entre la tradición y la innovación.
La clave está en la flexibilidad y la capacidad de aprendizaje. No se trata solo de adoptar nuevas herramientas, sino de comprender cómo funcionan y cómo impactan a las audiencias. Es necesario experimentar, analizar y ajustar constantemente la estrategia de comunicación para seguir siendo relevantes en un entorno en permanente transformación.
Por eso, cuando veo a Agustín tratando de usar un teléfono de disco sin éxito, pienso en todas las marcas que aún insisten en métodos obsoletos sin darse cuenta de que su audiencia ha cambiado. Si no entendemos los nuevos códigos de comunicación, corremos el riesgo de hablar un idioma que ya nadie entiende.
La lección está clara: la evolución nunca se detiene y las herramientas de comunicación tampoco. Para seguir siendo relevantes, debemos aprender el “idioma” de cada generación y canal. Lo que es un clásico para algunos, para otros ya no lo será. La pregunta es: ¿seguimos hablando en teléfono de disco o hemos aprendido a comunicarnos en los nuevos formatos?
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