Hace unas semanas, tuvimos un anuncio inesperado: a partir del 1 de enero de 2024,Wunderman Thompson y VMLY&R se fusionan para ser VML.
Una hora después del anuncio, tendría una reunión con mi equipo. Todos, en especial yo, estábamos tan en shock que no podíamos concentrarnos y acabamos cancelándola. Solo nos quedamos tratando de entender qué significaba todo esto y qué pasaría a continuación.
Luego de un corto anuncio global, había más preguntas que respuestas y estaba claro que nada se definiría pronto. Conforme pasaban los días, solo aumentaba la incertidumbre y con ella, la ansiedad.
Si el panorama no se iba a aclarar pronto y nadie sabía nada, la calma no iba a venir de algún anuncio. Tendría que venir de adentro.
Empecé a buscar dentro de mis recursos personales, mi familia, mis mentores y mis libros, maneras de lidiar –más que con el cambio, porque la fusión empezaría en enero– con la sensación de no saber qué nos depararía el futuro.
Después de muchas reflexiones, una premisa me ayudó a encontrar un espacio mental en el que he podido acomodarme para navegar tranquila la incertidumbre y esperar con ilusión y fe que algo bueno resulte de todo esto.
Esa premisa es la siguiente:
Lo opuesto a la ansiedad no es la calma; es la confianza.
Cuando no podemos controlar el futuro o las decisiones de los demás, nos da miedo, porque sentimos que vamos a perder lo que nos importa, lo que protegemos. Pero la realidad es que la mayoría de lo que ocurre en nuestras vidas se sale de nuestro control, excepto una cosa: nosotros mismos.
La sabiduría popular siempre dice que nuestra reacción es lo único que podemos controlar ante los eventos que nos suceden. Y esa reacción, de acuerdo con Shlomo Abas, se da por la forma en que juzgamos lo que pasa.
El problema es que no siempre es fácil estar emocionados con el futuro cuando es incierto y no sabemos si va a ser bueno o malo para nosotros. Así que en esta frase encontré esa sabiduría de entender que si lo incierto nos genera temor, podemos pararnos en lo que sí es cierto. Esas certezas con nuestra historia, nuestra carrera, nuestra formación, nuestros valores, nuestra resiliencia, nuestra capacidad de aprender de nuevo, de levantarnos y de hacerles frente a las adversidades, nuestra red de apoyo.
La calma que tanto buscamos está en la certeza de nuestras habilidades. En confiar en nuestra capacidad de salir de cualquier escenario que nos ponga la vida, porque tenemos las herramientas para lograrlo.
Esta premisa hizo que la ansiedad desapareciera, que esa urgencia de maquinar con escenarios inventados fuera innecesaria. Comprendí que pase lo que pase, en el fondo, todo va a estar bien. Porque estar bien depende de nosotros mismos, de nadie más.
Luego, pude encontrar ilusión en el futuro con la frase de María Botero: en la incertidumbre no hay control, y cuando no hay control, hay espacio para la magia.
Pensé que cuando no tratamos de controlar hasta el más mínimo detalle del futuro y soltamos, nos rendimos a la magia del universo, a que puedan pasar cosas que no somos capaces de prever y entramos en un estado en el que invitamos a la vida a sorprendernos y, por qué no, que nos dé algo mejor de lo que podemos imaginar.
Logré disipar la ansiedad e ilusionarme con un futuro que me sorprenda, porque –pase lo que pase– confío en que podré manejarlo.
Tal vez esta forma de pensar pueda ayudarles a ustedes también a encontrar un espacio mental de serenidad que les permita navegar con calma las tormentas que les mande la vida.
Artículo publicado en la edición #489 de los meses de diciembre de 2023 y enero de 2024.
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