viernes, abril 19, 2024
Comunicación

Eternos optimistas

Por: Carolina Mejía, Planning Director de MullenLowe SSP3

Las escandalosas violaciones de las normas de distanciamiento social que se despliegan una y otra vez en las noticias con las fiestas clandestinas, el famoso Viernes COVID, y la resistencia de las personas a usar el tapabocas en la calle, no parecen terminar pronto.

Es evidente que la desobediencia no se trata de un desconocimiento de las indicaciones para protegerse; pues las alcaldías, el gobierno y miles de marcas han hecho esfuerzos enormes por educar a las personas y las encuestas demuestran que la gente sabe cuales son las precauciones.

¿Qué es entonces, lo que impide que la gente cumpla las normas?

Encontré una posible respuesta en las premisas de la economía conductual, o más conocida como behavioral economics; una ciencia que combina los principios de la economía, la psicología y de toma de decisiones para comprender el comportamiento humano, partiendo de la base que no todas las decisiones que se toman son “racionales”.

Una de las premisas afirma que la mayoría de las personas sufren de un sesgo de optimismo: la creencia equivocada que su probabilidad de experimentar eventos negativos es menor y que las probabilidades de experimentar eventos positivos son más altas que la de sus pares. Este sesgo hace que las personas crean que es poco probable que les suceda algo malo, y más probable que les suceda algo bueno aun en contra de la realidad. Las personas creen que van a vivir más que la mayoría o que sus hijos son más inteligentes que el promedio; cuando en realidad la gente no tiende a tener un desempeño superior al promedio en todas las dimensiones de su vida. Este sesgo hace que la gente incurra en comportamientos arriesgados, como por ejemplo no ir a un chequeo médico, no usar cinturón de seguridad, o en este momento, no usar el tapabocas, aún cuando sepan que no hacerlo tiene efectos negativos.

¿Cómo se maneja el sesgo de optimismo?

Las investigaciones muestran que el conocimiento no juega un rol fundamental. En el caso del cigarrillo, se ha evidenciado que aun cuando las personas saben que puede morir por fumar, creen que las demás lo harán, pero ellos no.

En cambio, sí se ha visto que la gente tiende a sentir menos el sesgo de optimismo frente a situaciones que personas muy cercanas han experimentado. Es decir, que, por ejemplo, creerán que sí es posible contagiarse de COVID cuando alguien cercano a ellos lo haga, y ahí probablemente sí tiendan a seguir las recomendaciones. Solo cuando ya tienen evidencias muy cercanas es que el sesgo de optimismo disminuye y se dan cuenta lo expuestos que pueden estar frente a la enfermedad. Algo que probablemente aumentará en la medida en que los casos crezcan y la distancia con el virus se acorta.

Sea cual sea la explicación, es evidente que esta pandemia pone de relieve las complicadas formas en las que opera la mente humana y demuestra los sesgos con los cuales las personas toman decisiones. Decisiones que impactan directamente no solo su salud sino de las personas más cercanas.

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