miércoles, enero 29, 2025
Laura

En la industria de la publicidad, mercadeo y comunicaciones, el inicio de año suele llegar con una presión implícita: metas claras, objetivos definidos, el famoso vision board listo para inspirar el año. Parece que hay una regla no escrita que dicta que el éxito comienza desde el día uno, con todo perfectamente planificado. Pero, ¿qué pasa si el año comienza sin un propósito claro o un plan de trabajo detallado?

Estamos acostumbrados a pensar que la planeación minuciosa es la única vía hacia el éxito. Las marcas preparan campañas con meses de antelación, las agencias trazan estrategias que abarcan el año entero, y los equipos trabajan contra el reloj para asegurar que cada acción esté alineada desde el primer día hábil, o incluso antes del cierre del año anterior. Sin embargo, esta carrera desenfrenada por cumplir con las expectativas puede desconectarnos de algo esencial: reflexionar sobre lo que realmente queremos lograr, no solo para nuestros clientes, sino para nosotros mismos como profesionales y personas.

No me malinterpreten: no soy enemiga de la planeación, para nada. De hecho, me considero un poco obsesionada con ella. Amo los calendarios, las listas, las hojas de ruta y cualquier herramienta que me permita organizar mi tiempo y recursos. Pero también he aprendido, con el paso de los años, que no todo puede o debe ser controlado. La obsesión por prever cada detalle puede hacernos perder de vista el panorama general e incluso agotar nuestra creatividad antes de empezar.

Y es que no tener un propósito concreto en enero no significa estar perdido, ni mucho menos. Al contrario, puede ser una oportunidad para pausar, reflexionar y explorar con libertad. A veces, la mejor creatividad y las ideas más innovadoras surgen en el desorden, en esos momentos de incertidumbre o incluso de aparente caos, donde dejamos de seguir un guión rígido y nos permitimos improvisar.

Las marcas han demostrado que la improvisación y la flexibilidad son claves para mantenerse relevantes en un mercado en constante cambio. Aquellas que saben escuchar las necesidades de sus consumidores y adaptarse a ellas, en lugar de aferrarse a un plan inamovible, logran conexiones más genuinas y efectivas. Por ejemplo, las campañas más exitosas no siempre son las que se diseñaron con meses de anticipación, sino aquellas que supieron capturar el momento y responder con autenticidad.

Lo mismo aplica a nosotros como profesionales. Está bien empezar el año sin saber exactamente cuál será el camino. ¿Por qué no darnos permiso para escuchar nuestras propias necesidades, entender nuestro entorno y, poco a poco, ajustar el rumbo? Este enfoque no es un llamado al desorden total ni a la falta de compromiso; es una invitación a valorar el proceso, a priorizar lo esencial y a construir sobre la marcha.

Además, debemos cuestionarnos si la presión por arrancar el año con todo perfectamente alineado realmente beneficia a la industria. ¿Estamos creando estrategias que conectan de manera auténtica con las audiencias, o simplemente cumpliendo con un check-list de objetivos porque "es lo que se espera"? Quizá la verdadera innovación no está en planear más, sino en hacerlo mejor, con propósito y flexibilidad.

Este inicio de año, en lugar de obsesionarnos con lo que no está definido, podríamos enfocarnos en disfrutar del proceso, en fortalecer nuestras capacidades y en mantenernos abiertos a las oportunidades que lleguen. Porque el mercado no necesita estrategias perfectas desde el día uno; necesita estrategias humanas, conectadas y auténticas, que evolucionen y se ajusten a medida que avanzamos.

Así que si todavía no tienes listo tu propósito para este año, no pasa nada. Puede ser una oportunidad para descubrir nuevas ideas, conectar de manera más profunda contigo mismo y con tu entorno, y abrirte a caminos que quizás no habías considerado.

Quizá este sea el año en el que dejemos de medir nuestro éxito por lo que está escrito en el papel y empecemos a valorarlo por lo que somos capaces de construir. Porque, al final, lo importante no es tenerlo todo planeado desde el principio, sino tener la disposición de adaptarnos, aprender y crecer en el camino.

Empezar el año sin propósito también puede ser un propósito.

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