Los chips de última generación, como los desarrollados por Intel, son el motor de la economía digital, y sus crecientes capacidades están habilitando tecnologías como la inteligencia artificial generativa que está revolucionando industrias claves en el mundo.
Construidos a partir del silicio, los chips —semiconductores o circuitos integrados que almacenan y procesan información— son esenciales para analizar y comprender las montañas de datos, que hoy son considerados el activo más importante de las empresas. Con razón se dice que han llegado a rivalizar con el petróleo como el elemento vital de la economía mundial. Y, de hecho, son un actor clave de la ‘guerra’ comercial que disputan las grandes potencias, en un mercado estimado en más de 600.000 millones de dólares, según el reporte ‘Perspectivas de la industria mundial de semiconductores en 2025’ de la firma consultora Deloitte.
Con una amplia variedad de funciones, los chips de memoria, que almacenan datos, son relativamente simples y se comercializan como mercancías. Los chips lógicos, que ejecutan programas y actúan como el cerebro de un dispositivo, son más complejos y costosos. Pero el hecho es que los chips son esenciales para prácticamente todos los productos tecnológicos y digitales. En 2023, se vendieron casi un billón de chips a un precio de venta promedio de US$0,61 por unidad.
En el sector salud, estos procesadores potentes permiten el análisis de grandes volúmenes de datos médicos, acelerando el desarrollo de diagnósticos más precisos y tratamientos personalizados.
En la práctica, el uso de microchips puede ayudar a personas con discapacidad a realizar actividades cotidianas, además de ser una herramienta para la localización de personas, animales y objetos.
Un ejemplo de las aplicaciones médicas de los chips son las prótesis inteligentes, a partir de sensores incrustados y colocados en una parte externa del cuerpo, que permiten ver las señales cerebrales o mover una extremidad. Gracias a ello, los pacientes pueden tomar decisiones tales como mover una mano o un pie.
Pero hay más casos. En España, se le implantó un chip a un joven que tenía un daño en el oído, que le permite transformar ciertos sonidos en otras sensaciones y detectarlos. Otro uso es el de los sensores para medir la glucosa. El objetivo es facilitar su medición y tener un monitoreo constante sin la necesidad de un glucómetro, un aparato que indica la concentración con la ayuda de sangre capilar utilizando tiras reactivas.
En el ámbito educativo, los chips facilitan la creación de experiencias de aprendizaje más inmersivas y personalizadas, gracias a su capacidad de procesamiento gráfico y computación de alto rendimiento.
De acuerdo con la Unesco, la Inteligencia Artificial (IA) proporciona el potencial necesario para abordar algunos de los desafíos mayores de la educación actual, innovar las prácticas de enseñanza y aprendizaje, y acelerar el progreso para la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4.
Así, la IA podría jugar un papel clave en la solución de las desigualdades actuales en materia de acceso al conocimiento, la investigación y la diversidad de las expresiones culturales y en el cierre de la brecha tecnológica dentro de los países y entre ellos. La promesa de la ‘IA para todos’, según la ONU, debe permitir que cada cual pueda sacar provecho de la revolución tecnológica en curso y acceder a sus frutos, fundamentalmente en términos de innovaciones y conocimientos.
En la industria manufacturera, los chips son fundamentales para impulsar la automatización y la optimización de procesos, aumentando la eficiencia y la productividad. Dice el reporte ‘Managing for growth during an unprecedented semiconductor cycle’, de la firma KPMG, que los chips son imprescindibles para la industria del automóvil, el 5G, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, los electrodomésticos, la maquinaria industrial, las comunicaciones inalámbricas, los ordenadores personales y el metaverso.
Un factor clave en las ventas de la industria ha sido la demanda de chips de IA de última generación: una combinación de CPU, GPU, chips de comunicaciones para centros de datos, memoria y chips de potencia, entre otros.
El reporte de Perspectivas 2024 de Deloitte proyectó que, en conjunto, esos chips de IA de última generación tendrían un valor superior a los 50.000 millones de dólares, lo cual fue un pronóstico demasiado conservador, ya que el mercado superó los 125.000 millones de dólares y representó más del 20 % de las ventas totales de chips del año. Para 2025, se estima que los chips de IA de última generación superarán los 150.000 millones de dólares.
Y aunque la demanda de semiconductores en los sectores automotriz e industrial continúa por debajo de su potencial, se observa un repunte en la demanda de teléfonos móviles y otros productos de consumo, confirmando su papel transformador y esencial en la vida cotidiana de todos, así como en la economía global.
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