Ignacio De Angelis, Vicedecano del área de empresa de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de VIU, perteneciente a Planeta Formación y Universidades, analiza el papel de Colombia, Perú, Ecuador y Chile, en el nuevo mandato del presidente norteamericano.
Con la victoria de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos en 2024 introduce un nuevo capítulo de retos y oportunidades para el sector empresarial. Según, la investigación realizada por Ignacio De Angelis, Vicedecano del área de empresa de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas en la Universidad Internacional de Valencia (VIU), analiza las implicaciones de esta coyuntura para sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la defensa.
El Impacto en América del Sur
Con la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos podría desencadenar una serie de desafíos económicos y geopolíticos para las naciones sudamericanas, especialmente Colombia, Perú, Ecuador y Chile. El anunciado endurecimiento de políticas proteccionistas, con la posible imposición de aranceles generalizados que podrían alcanzar el 20%, amenaza con erosionar la competitividad de las exportaciones de estos países en el mercado estadounidense. Esta medida podría debilitar los tratados de libre comercio vigentes entre Estados Unidos y Colombia, Chile y Perú, poniendo en riesgo sectores clave de sus economías que dependen de estos acuerdos de promoción de exportaciones.
Lo cierto es que, en paralelo, estos países han tejido acuerdos de asociación con la Unión Europea y también con China, orientados a la liberalización comercial y las inversiones en infraestructura, lo cual puede traer nuevas oportunidades en el contexto actual.
Disputas geopolíticas y la relación de América del Sur con China
La posesión de Donald Trump el pasado 20 de enero y su discurso generaron debate, marcando su postura sobre las disputas geopolíticas en América Latina. Sus mensajes obliga a los gobiernos a tomar posiciones claras. La destreza de los líderes regionales para manejar estas tensiones podría traducirse en oportunidades para las empresas locales, especialmente considerando el renovado interés de la Unión Europea en la región, enfocado en áreas como energía y transformación digital.
En este sentido, este panorama podría generar fricciones diplomáticas, ya que Estados Unidos podría ejercer presión para que estos países limiten su cooperación con China pero no con la Unión Europea. La competencia entre ambas potencias por influencia en América Latina obligará a los gobiernos a equilibrar cuidadosamente sus relaciones internacionales, evitando conflictos y asegurando beneficios económicos y políticos para sus naciones.
Países como Chile, Perú, Ecuador y Colombia mantienen acuerdos con China, pero con diferentes enfoques. Chile es cauteloso con las inversiones en infraestructuras críticas, mientras Perú enfrenta tensiones por la creciente presencia china en sus puertos, como el mega puerto de Chancay. Ecuador, en crisis económica, firmó un tratado en 2023, buscando aprovechar esta relación en un contexto de alta deuda. Por su parte, Colombia, al unirse en 2024 a la Franja y la Ruta de China, busca atraer inversiones en infraestructura, minería y energía.
Trump, la economía volátil y las empresas en América del Sur
La volatilidad en los mercados financieros podría intensificarse, provocando fluctuaciones en los tipos de cambio y desestabilizando las economías regionales. Una escalada arancelaria global podría elevar la inflación en Estados Unidos, lo que llevaría a la Reserva Federal a frenar la reducción de las tasas de interés, fortaleciendo al dólar frente a otras monedas. Este escenario ya ha mostrado sus efectos; tras la victoria de Trump, el peso colombiano sufrió una devaluación significativa, alcanzando máximos no vistos en dos años.
Para navegar en este entorno incierto, las empresas de Colombia, Perú, Ecuador y Chile deberán implementar estrategias que diversifiquen sus mercados y reduzcan la dependencia del comercio con Estados Unidos. Un enfoque geopolítico pragmático permitirá a las administraciones obtener beneficios sectoriales específicos, abriendo oportunidades para fortalecer relaciones con otros actores globales y consolidar lazos con socios actuales.
La inversión en innovación y tecnología se vuelve imperativa para que las empresas mejoren su competitividad y eficiencia, robusteciendo sus sistemas sociales de innovación y producción.
Pensando en el mediano plazo, la adopción de tecnologías emergentes en materia productiva y energético, y la capacitación de la fuerza laboral en habilidades digitales serán determinantes para enfrentar los desafíos del nuevo contexto, aunque difícilmente se establezca un marco propicio para la transformación estructural y la reducción de la dependencia en torno al procesamiento y exportaciones de los recursos naturales.
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