En un mundo inundado de información, donde los mensajes fluyen como una cascada, nuestro papel como comunicadores internos debería seleccionar los mensajes importantes en vez de amplificar cada palabra. En lugar de ser altavoces que proyectan todo lo que llega a nuestros oídos, debemos transformarnos en embudos selectivos.
Hagamos un ejercicio de visualización, imagina un altavoz. Seguramente es un icono que claramente se puede asociar con el área de la comunicación, ¿verdad? Su función es dispersar el sonido en todas las direcciones, sin discriminación. Cualquier mensaje, por trivial o relevante que sea, se amplifica y se lanza al mundo. Pero ¿es esta la mejor manera de comunicar en un entorno saturado de ruido?
Ahora, imagina un embudo: estrecho en la parte superior y ancho en la base. Su propósito es filtrar, concentrar y dirigir. El embudo no permite que todo pase; en cambio, selecciona lo que es valioso y lo canaliza hacia un destino específico.
Como profesionales de las comunicaciones internas, estamos invitados a adoptar el enfoque del embudo. Nuestro objetivo no es simplemente dar voz a todos, sino filtrar, priorizar y conectar. Aquí hay algunas razones por las que el “menos es más” debería ser nuestra guía:
- Saturación y ruido: Vivimos en una era de sobrecarga de información. Las notificaciones nos asaltan desde todas las direcciones: correos electrónicos, redes sociales, aplicaciones de mensajería. Como embudos, debemos filtrar lo esencial y descartar el ruido.
- Atención fragmentada: La atención humana es un recurso escaso. Ya he mencionado que el pez dorado tiene una capacidad de atención mayor (9 segundos) que la del ser humano (8 segundos). Las personas no pueden prestar atención a todo. Al seleccionar cuidadosamente los mensajes que compartimos, podemos garantizar que lleguen a quienes realmente los necesitan.
- Conexiones significativas: El embudo no solo filtra, sino que también conecta. Al priorizar ciertos mensajes, podemos establecer conexiones más profundas con nuestra audiencia. No se trata solo de transmitir información, sino de crear significado y relevancia. Comunicación con acción que le dé vida al propósito de la compañía.
- Impacto real: Amplificar todo puede diluir nuestro impacto. Si nos enfocamos en celebrar lo pequeño, ¿qué lugar nos queda para lo grandioso? ¿Qué mensajes realmente importan? ¿Cuáles pueden generar cambios reales?
Entonces, ¿cómo pasamos del altavoz al embudo? Aquí hay algunas estrategias:
- Segmentación: Conoce a tu audiencia. ¿Qué necesitan saber? ¿Qué les interesa? Personaliza tus mensajes en función de sus necesidades.
- Priorización: No todos los mensajes son igualmente importantes. Identifica lo esencial y comunícalo con claridad. Menos es más cuando se trata de impacto.
- Contexto: No se trata solo de qué dices, sino también de cuándo y cómo lo dices. Aprovecha el contexto para hacer que tus mensajes sean más efectivos.
En resumen, no se trata solo de informar, sino de filtrar y conectar. Como embudos, podemos marcar la diferencia al seleccionar con asertividad y dirigir nuestra comunicación hacia un propósito significativo. El altavoz puede ser ruidoso, pero el embudo es el que realmente guía el flujo. ¿Todavía piensas que el icono del altavoz es el más adecuado para asociarlo con la verdadera comunicación?
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