¿Es necesario crear un lenguaje inclusivo o ser inclusivos a través del lenguaje que ya tenemos?
Esta pregunta ha vuelto a surgir en medio de la controversia desencadenada por la decisión del Gobierno del presidente Javier Milei de prohibir el uso del lenguaje inclusivo en documentos oficiales en Argentina.
Es polémico, pero no es novedad. Esta discusión ya se ha vivido en América Latina, Uruguay también ha tomado medidas similares, instando a que el lenguaje inclusivo se adapte a las normas del idioma español. En Panamá, el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (MITRADEL) ha creado una guía para fomentar un uso inclusivo del lenguaje en las comunicaciones.
El lenguaje inclusivo es una forma de comunicación que busca incluir a todos los grupos sociales. Su uso más común es especialmente en términos de género, sin embargo, también incluye orientación sexual, identidad de género, etnia, discapacidad, entre otros.
En este sentido, debemos reflexionar sobre si la creación de un lenguaje inclusivo es la solución real o si podemos demostrar inclusión a través del lenguaje que ya conocemos. Las polémicas a menudo desvían la atención del verdadero propósito: promover un lenguaje incluyente, no sexista, no discriminatorio, libre de prejuicios y estereotipos.
Aunque algunas decisiones de prohibir ciertos términos que se hicieron populares en las redes sociales pueden causar controversias y problemas con la libertad de expresión, es importante reconocer que las redes sociales ayudaron a que estos términos se volvieran comunes y aceptados, aunque a veces generaron confusión sobre su utilidad en el lenguaje formal y oficial.
Incluso la Real Academia Española (RAE) ha abordado este debate y su postura es relevante: el español cuenta con numerosas alternativas para reflejar la inclusión de género. Basta con explorar la diversidad lingüística que poseemos para comprender que no es necesario buscar soluciones complicadas en términos de pronunciación o dificultad de lectura.
Incluir símbolos como @, x, o e a ciertas palabras va en contravía de las reglas gramaticales del idioma español y puede dificultar la comunicación. Inventar palabras impronunciables no es la mejor manera de lograr la inclusión.
Estas fueron alternativas que nacieron para brindar una respuesta a las formas de escritura y se popularizaron, pero que en la pronunciación empiezan a mostrar que su uso varía según el contexto y las preferencias individuales. Si bien buscaban promover la inclusión, a menudo han generado confusión y debates sobre su efectividad y pertinencia en el lenguaje oficial y formal.
No hay que inventar la rueda, el idioma español nos da los recursos necesarios para tener ser inclusivos con el lenguaje que ya utilizamos. Por eso en la búsqueda de un uso más adecuado del lenguaje, podemos optar por alternativas como el empleo de términos genéricos. Por ejemplo, en lugar de referirnos a "los jóvenes", podemos utilizar "la juventud". Del mismo modo, en vez de mencionar "los colaboradores", podemos decir "el equipo".
Además, es válido prescindir del artículo en los sustantivos neutros, como en el siguiente ejemplo: "Representantes de cada área acudirán a la reunión". También se puede considerar el uso de barras y guiones, aunque esto es más recomendable en convocatorias, impresos, formularios, contratos, cartas y documentos formales. Estas son prácticas sencillas pero efectivas para demostrar inclusión en el lenguaje cotidiano.
La verdadera inclusión comienza con el diálogo y se manifiesta a través de acciones, no simplemente inventando términos nuevos. En el ámbito de la comunicación organizacional, el lenguaje inclusivo debe acompañarse de prácticas concretas, como asegurar diversidad y equidad de género en las imágenes utilizadas
Al proporcionar traducciones o subtítulos estamos incluyendo a personas con discapacidad visual, auditiva, motora o cognitiva a través del uso de fuentes legibles, colores accesibles, formatos alternativos como braille o lectura fácil, entre otros.
Y por último no hay que olvidar los básicos, el emplear un lenguaje claro, directo y sencillo ayuda a que el mensaje sea comprensible para una audiencia diversa, incluyendo personas con diferentes niveles de educación o habilidades lingüísticas.
Debemos reconocer que la inclusión va más allá de las palabras; se trata de acciones concretas que reflejen respeto, dignidad y equidad en todas nuestras comunicaciones. Garantizar que nuestro mensaje llegue a toda la audiencia de manera clara y comprensible es fundamental para ser verdaderamente inclusivos a través del lenguaje y las acciones que emprendemos como comunicadores.
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