Con el fin de la primera tanda de partidos de la Copa América Brasil 2019, es inevitable que nos invada el entusiasmo de ver jugar a nuestra Selección.
Pero el fútbol es exitista, vive y respira en la inmediatez, sin lugar para segundos. Bajo la misma lógica, muchas veces, se gestionan los equipos: partido a partido. En el fútbol de Latinoamérica, los proyectos de largo plazo son la excepción y no la regla.
Por: Ezequiel Kieczkier, socio fundador de Olivia, consultora especializada en transformación organizacional y cultural.
Copa América
Este no es un campeonato en el que estemos viendo grandes choques de estilos o filosofías de juego de larga data, sino que se destacará por poner a prueba los nuevos liderazgos o un gran número de ensayos sin más explicaciones que: “equipo que gana no se toca”.
Me refiero a que Brasil, el anfitrión, llegó sin su principal figura, Neymar da Silva Santos Júnior; la Selección de Colombia busca su primer título internacional sin la dirección de José Pekerman; y hasta Argentina, que mantiene la delantera de “caudillos” en el banco, tiene un director técnico que enfrenta su primera gran prueba. Son selecciones en etapa de transición.
Por naturaleza, en cualquier proceso de cambio nuestra primera reacción es conectar con la amenaza. Ante la partida de un liderazgo visible, marcado y probado, nos concentramos en el hecho de que quien estaba guiándonos ya no lo está, y perdemos de vista que es el momento propicio para despertar nuevos referentes.
¿Y qué si no están los capitanes tradicionales?
Por ejemplo, hace unas semanas ¿quién podía pensar una Selección brasileña sin Neymar? Será interesante ver si aparecen nuevas figuras que, atentas a esta oportunidad única e inesperada, se “carguen al hombro” el desafío de una Copa América como local. El empate frente a Venezuela dejó algunas dudas sobre la respuesta a esta pregunta.
Pero quizás lo mejor que le podría ocurrir a Brasil es ver cómo se reorganiza su plantel. Los grupos más sólidos son aquellos que no dependen de una figura y que saben reacoplarse en su ausencia. Si no lo logran, lo más probable es que realmente no hayan estado funcionando como un equipo.
En cuanto al director técnico
No solo comprobaremos las capacidades de quienes hoy dirigen las selecciones sino también lo que supieron construir (o no) quienes los precedieron. Cuando un líder es bueno, la impronta que deja sobre la organización sobrepasa su actuación. Por eso hablamos de líderes positivos cuando podemos mencionar no solo sus resultados –goles, campeonatos, medallas- sino también un legado que los trasciende y sobre el cual se pueden apoyar quienes los sucedan.
El autor Richard Barrett, en su modelo piramidal de evolución de la “conciencia” de las organizaciones y sus líderes, ubica en el máximo nivel a aquellos que alcanzan ese estado de humildad, en el cual el propósito y el bienestar de la entidad se vuelven más importantes que su reconocimiento personal.
Con frecuencia, comprobamos la diferencia entre las empresas que planifican su sucesión y las que son víctimas de cambios de liderazgo abruptos y frecuentes, como ocurre en el fútbol. Tendemos a pensar ese cambio como la destrucción de todo lo anterior, cuando lo que debemos lograr es una integración que identifique lo que vale la pena conservar, y reestructurar el modelo en torno a la nueva visión y a las capacidades del equipo.
¡A jugar!
Por ejemplo, ¿podrá Carlos Queiroz evolucionar la visión de Pekerman en su primer desafío internacional?Esa duda despejaremos en la segunda fase de la Copa América.
Pero hasta Lionel Scaloni tiene una oportunidad: mostrar que aun de los peores ejemplos de liderazgo podemos aprender por oposición. Habiendo participado de la “cocina” del Mundial de Rusia, él, mejor que nadie, puede entender qué tiene que hacer distinto a Jorge Sampaoli.
La contracara es la trayectoria del “maestro” Óscar Tabarez, quien atravesó todo el circuito del fútbol uruguayo y dejó una marca que perdurará incluso una vez que ya no esté frente a la selección “celeste”. El equipo rioplatense tiene una verdadera oportunidad en la región si logra planificar la sucesión de este referente emblemático.
La clave es generar modelos de liderazgo con mayor nivel de humildad, que logren aprovechar el pasado para transformar el futuro.
Los egos lo dificultan, pero la única forma de que un equipo atraviese con éxito una transición es cuando prima la actitud y el valor grupal por sobre el individuo.