jueves, abril 18, 2024
Camilo Herrera

Por Camilo Herrera Mora

Cuando éramos niños, solía suceder que cuando salíamos para el colegio, dejábamos la ropa sucia, el cuarto desarreglado, la loza del desayuno en la cocina y el baño desordenado y, al volver en la tarde, como por acto de magia, todo estaba en su lugar. La nevera tenía comida. En la casa había agua y energía y todo olía bien. Ante esto, dice la leyenda que en las casas viven unas brujas y unos magos que hacen que todo pase, sin que el niño se dé cuenta y que, por arte de magia, todo funcione perfectamente.

Bien sabemos hoy que esas brujas y esos magos son los papás: “seres místicos que hacen que todo pase”, no solo porque ya nos explicaron cómo funcionan muchas cosas, sino porque muchos de nosotros hemos llegado al punto de ser responsables de esta magia, y de muchas otras.

Es similar a cuando presenciamos el acto ilusionista de un mago: nos quedemos maravillados con los resultados y comenzamos a preguntarnos: ¿cómo lo hizo?

Sin embargo, la verdad que hoy quiero revelar es muy sencilla: la magia no existe.

Los responsables no son magos, son humanos

Detrás de todo acto de magia, hay un acto enorme de creatividad, trabajo, disciplina, consistencia y responsabilidad de por lo menos un ser humano. Lograr dibujar sonrisas en los rostros de las personas, con el simple ejercicio de la fantasía, ha movido la curiosidad de la humanidad, ha generado más sonrisas que muchos cómicos y, sin duda, ha logrado sorprender a miles de millones con la promesa de lo incomprensible.

El camino de magia ha sido simple, largo, pero simple. Primero, fueron los trucos, que con velocidad, distracción, luces, espejos y máquinas lograron que las cosas pasaran; después, llegaron los hechizos, las palabras, los nombres reconocidos, el respeto por los maestros, el secreto sobre cómo se hace todo… Sobre esto, la audiencia pedía más y más, y la magia llevó los escenarios hasta un nivel impensado, en que el espectáculo se convirtió en sublime, pasando de ser cosas y nombres a experiencias.

Hoy, el mundo le pide más a esa magia. Ya no se puede quedar en solo hacer cosas que nos satisfagan, debe darnos nombres que respetemos y nos vinculen, o una experiencia inolvidable. Los magos deben probar su valía, darlo todo más allá del espectáculo y pasar de ser una ilusión a cambiar, no solo la felicidad de unos cuantos a los que pueden tocar, sino llevar su magia a quienes no han sido beneficiados, o ponerla al servicio de mejorar las cosas.

La magia no existe, pero el mercado es real

Si bien la magia no existe, el mercadeo, sí. Ha convertido insumos en productos, productos en marcas, marcas en experiencias y, ahora, debe transformar experiencias en propósitos.

El mercadeo ha tomado a los mejores alquimistas del mundo —ingenieros, matemáticos, poetas, pintores, artistas, historiadores, comerciantes, conductores— y los ha escondido tras espejos, para que las personas solo vean productos, sientan marcas y vivan emociones. Sin embargo, es hora de ir más allá y ayudar a cambiar el mundo, para dejarlo mejor de cómo lo encontramos.

El costo de la magia ha sido el secreto. Pero en estas épocas muchos de esos secretos han sido revelados, sorprendiéndonos por su simpleza, por comprender nuestras necesidades y sobre todo, por su enorme capacidad de satisfacernos; pero también, nos hemos dado cuenta de que hemos cometido errores, de que no sabíamos todo y de que hacíamos cosas que no estaban bien, y comenzaron a corregirse lentamente. Y los trucos que estaban mal cambiaron por otros, porque aprendimos que habíamos herido a la naturaleza, el conocimiento, la verdad y a las personas.

Evolución de la industria

Pasamos de productos a marcas y de marcas, a experiencias, para llegar a los propósitos. Ese es el cuarto nivel del mercadeo, ese que nos reta, más allá de a hacer las cosas bien, a hacer buenas cosas, ese en que la magia no se queda en el truco, la sonrisa, el espectáculo, sino que se mete en tu alma, porque logramos que cada producto, cambie la vida de quien lo usa, porque cambió la vida de todos.

Así, la magia no existe, pero el mercadeo, sí. Y mantendremos nuestros secretos, no para ocultar nuestros pecados, sino para mantenerte en la fantasía:

…Salacadula Chalchicomula

Bibidi Babidi Bu.

Todo se logra con solo decir:

Bibidi Babidi,

Bibidi Babidi,

Bibidi Babidi Bu…

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Felipe Forero
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