viernes, abril 19, 2024
Camilo Herrera

Nos encanta generalizar, simplificar y reducir. Comúnmente, decimos que “a todo el mundo le gusta algo” o que “todo el mundo es así” e incluso que “todo el mundo hace lo mismo” y eso solo es un efecto de nuestra poca capacidad de comprender lo grande que es el mundo y lo pequeño que es el nuestro.

Claramente, este es un modismo que muchos usamos, pero al hacerlo caemos en la trampa de desinformar a quien nos escucha. Nuestro “mundo” es tan grande como puede serlo y no como lo deseamos. Nuestra familia, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, personas del pasado, lo que vemos y oímos en medios de comunicación… son “nuestro mundo”, lo que significa que cuando mucho tenemos una relación con el 5% de la población del país en que vivimos y mucho menos del 1% del mundo.

¿Por qué me meto en este tema?

Porque esta dimensión cambió con la entrada de las redes sociales, lo que ha permitido que ese mundo sea cada vez más grande y ha mejorado nuestras probabilidades de realmente poder hablar “de todo el mundo”.

Cuando vemos un noticiero, estamos limitados al contenido que ese equipo periodístico ha creado; también ocurre lo mismo con los diarios y las revistas impresas, que nos dan una versión del fenómeno que nos quieran contar y depende de nosotros formarnos con eso una opinión; en el mundo online, estos medios tienen la opción de los comentarios de los lectores que se tornan cada vez más interesantes, porque complementan la nota, con opiniones personales que pueden incluso desdibujar completamente la noticia.

En las redes sociales, el fenómeno es más complejo, porque las personas usan estos contenidos para defender sus opiniones, y las publican en sus propios universos de seguidores y amigos, para que lean la nota, la opinión y postura de quien la difunde, y nos dejan con la opinión sobre la opinión.

Se dice que el arte debe causar sensaciones. Un libro le dejará a un lector una serie de imágenes y reflexiones, como consecuencia de su interpretación; si ese libro se lleva al cine, la audiencia verá la interpretación que del libro hicieron el director y el guionista, y el matiz que le dieron los actores. Una obra de arte puede ser interpretada por muchos y, cuando uno no tiene la oportunidad de verla, le llega en una versión diferente a la original, como ocurre con los hechos en las redes sociales.

Ese “mundo” nuestro de 5% de población no es definido por nosotros, sino por las condiciones, como dónde nacimos, el idioma que aprendimos, la clase social…;

pero en las redes sociales, la cosa es diferente, porque el usuario no puede solo leer lo que dicen los diarios digitales, sino lo que publican las personas, páginas, organizaciones, marcas e instituciones que él quiere leer, sin que haya barreras de idioma, geográficas o sociales, lo cual causa un proceso caótico: lo importante es ser el primero en decir algo, para que las audiencias tomen esa versión como punto de referencia.

Esto nos deja en un escenario muy complejo, porque es casi imposible que dos personas tengan un mismo timeline en una red social, y mucho menos en todas, lo que significa que cada persona tiene un acceso a información, conocimiento y opiniones diferentes a los de los demás, lo que genera que haya tantos “mundos” como personas hay en las redes sociales o incluso en el planeta.

Este es el enorme reto que enfrentamos los que estamos en el mundo de la publicidad y el mercadeo: ya no tenemos la capacidad de mandar mensajes homogéneos a toda la población.

En vez de ser como el político que vocifera sus ideas en una plaza pública, somos personas que hablan en voz baja mientras caminan por la calle y solo respondemos las preguntas que nos hacen.

El nuevo bosque de la comunicación es menos escandaloso, pero con muchos más ruidos, algunos casi imperceptibles e intrascendentes, pero que son la verdad absoluta para algunos, o por lo menos para una persona que al final solo escuchó un mensaje, que seguramente está distorsionado, porque hoy vivimos en un mundo lleno de muchos más mundos, y pese a eso seguimos diciendo “que todo el mundo lo sabe”.

misión del mercadeoPor Camilo Herrera

Fundador de RADDAR

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