Los premios a la eficacia publicitaria, conocidos como Effie en la mayoría de los países, siempre han sido un referente para valorar el trabajo que hacen las marcas y reconocer la eficacia de las ideas y la creatividad en los resultados de negocio. Año tras año, su relevancia se ha ido haciendo cada vez mayor entre “los anunciantes de verdad” (los que pagan salarios de las agencias con las que trabajan), ya que ganar un Effie es un gran reconocimiento al éxito de sus iniciativas comerciales y de comunicación.
Para las agencias, su relevancia también ha crecido. Para unas, porque es su estrategia de mercadeo y un mal resultado tiraría por la borda su posicionamiento. Para muchas, porque es importante para sus clientes, ya que si no lo fuera, no participarían en el festival pues no creen en sí mismas y en las posibilidades del trabajo que hicieron durante el año para ganar. Para unas pocas, porque son parte de una metodología de trabajo que fomenta un filtro de calidad y un alto estándar que ayuda a que el producto sea cada día mejor y no se distraiga entre meros fuegos artificiales creativos. Y habrá otras con una motivación diferente.
Pero, infortunadamente, a menudo confundimos la verdadera eficacia con la que se celebra el día de la gala de premiación. Por eso, creo que debemos mirar a Effie desde la objetividad y no desde el ego.
Para un anunciante, eficacia es superar los objetivos marcados para el día a día, con el trabajo del día a día. Es alcanzar una meta gastando menos de lo previsto. Es lograr una venta inesperada y aprovechar una ventana de oportunidad.
Eficacia para una agencia es hacer campañas de las que la gente hable porque así no tiene que invertir en mercadeo. Es ganar clientes sin licitar y, si hay que licitar, ganar la mayoría de las licitaciones. Es no perder clientes. Es operar de forma ágil y moderna para que las horas de trabajo estén dedicadas a crear y no al tráfico de la ciudad o a perder el tiempo en las redes sociales.
Eficacia desde el ego es querer ganar premios con casos fantasma o con resultados no verificables. Es inscribir cualquier cosa solo por puntuar. Es querer ganar por encima de todo, aunque eso signifique tomar atajos y jugar con las reglas. Es dejar de lado la ética y la rigurosidad, para poner en juego la credibilidad de unos premios tan reputados.
Me complace haber visto cómo la edición 2019 de los premios a la eficacia ha sido un año de avances, gracias a la labor de la Asociación Nacional de Anunciantes de Colombia, ANDA, y de Effie Global para que Effie Colombia exhiba un nivel más próximo al de otros mercados y para ponérselo más difícil al ego.
La subida de precios, la reducción de categorías, la implementación de una nueva herramienta de tecnología para el proceso de juzgamiento, el refuerzo de la participación de Deloitte en la auditoría de resultados, un proceso más estricto de filtro técnico de los casos inscritos, la limitación de casos para fundaciones y organizaciones sin ánimo de lucro, entre otras medidas, fueron grandes avances para mejorar la relación entre la calidad y la cantidad de casos, que resulta determinante para el resultado final de la premiación.
Pero aún falta mucho camino por recorrer en las medidas indicadas arriba, así como en otro punto fundamental: el sistema de puntuación.
Hoy, un finalista suma 2 puntos, mientras que un Effie de Oro suma 8 puntos (la Plata suma 6 y el Bronce, 4). Es decir, cuatro finalistas sin metal que no han pasado por un jurado de mayor exigencia —como el de segunda ronda— y que además no pasan por el mismo filtro de resultados que hace Deloitte a los ganadores, suman los mismos puntos que un Oro (4 x 2 = 1 x 8). Como se puede ver fácilmente, la ecuación actual favorece la cantidad de casos inscritos frente a la calidad de los mismos.
Todos los que participamos en esta industria somos responsables de que los premios a la eficacia premien la verdadera eficacia, la de la calidad. Los premios Effie son positivos para todos. Cuidémoslos.
Por: Borja de la Plaza, presidente y CEO, Grupo DDB Colombia