Por Carolina Alzate. La innovación es la palabra más usada en las nuevas visiones de futuro de las empresas. La he visto colgada en cuadros, en carteleras; la escucho diariamente como 35 veces (sin hablar de las veces que yo la menciono); la veo en muchas revistas, la veo en tantas partes que a veces me da risa. El hecho de que esté colgada en un muro de oficina no quiere decir que esté presente, pues si no es tangible, no pasa de ser un montón de letras juntas. Yo la puedo sentir cuando llego a un nuevo lugar que me hace decir ¡wow!, la veo cuando Don Fabio de mi edificio inventa nuevas formas de hacerme sonreír, cuando mi hijo inventa nuevos pasos de baile… Por eso, digo que se puede solo sentir o vivir; mas no quiere decir que esté presente si está escrita.
Todo lo que tenga que decir que es innovador es porque a veces no lo es. Sin decirlo hay muchos productos, servicios y experiencias que lo son; la innovación se logra cuando se pasa del papel a la acción y se vuelve tangible. Este corto paso toma mucho trabajo, esfuerzo y una pasión sólida para verlo florecer y su semilla es la creatividad. Queremos que nuestras empresas sean innovadoras, que nuestra sociedad lo sea. Viajamos y cuando volvemos cuestionamos todo aquí. ¿Pero nos hemos preguntado si nosotros desde la esfera personal somos innovadores?, ¿perseguimos nosotros esas ideas que tenemos?, ¿somos nosotros creativos para alimentar la innovación?, ¿somos creativos en familia y con los hijos?, ¿somos creativos para resolver problemas en nuestra empresa?, ¿somos creativos para resolver problemas de nuestro entorno social? Muchas veces, estas respuestas dejan un gran silencio y eso no está mal. Es bueno concientizarnos de que para lograr ideas que realmente funcionen y trasciendan, la creatividad es la materia prima. En otros casos, la respuesta a estas preguntas es sí, soy creativo. ¡Pues entonces muy bien! Si es así, permitamos que otros creen y no resolvamos todo, demos ideas para construir el mundo que queremos ver.
¿Cómo puedo ver innovación en mi empresa o en mi sociedad, si yo mismo en mi propia casa no la propicio? Las empresas son personas y las personas son quienes suman y construyen un hogar, una compañía y una sociedad. La innovación no se compra en post-its de colores o en lugares bonitos (es una consecuencia). La innovación nace de dejar fluir nuestro espíritu creativo, al dejar el no, y aventurarnos al qué tal si… que busca nuevas autopistas de ideas, nuevas formas de solucionar algo tan básico como bañarse, comer, vestirse. Por eso, cada día imagina que rompes con pequeños cambios tus hábitos de toda la vida. Es cierto que da pereza y que te tomará más tiempo porque estás obligando a tu cerebro a pensar de nuevo una solución que ya tienes concebida, que ya hace indicadores de tiempo perfecto. ¿Pero qué tal si encuentras un nuevo resultado más divertido o más eficiente o simplemente rompes un patrón de pensamiento para dejar que fluyan nuevas ideas?
A esto me refiero. Si comenzamos desde lo micro (nosotros mismos), los resultados se verán en lo macro. Imagínate que la creatividad fluye en lo personal, tendrás más flexibilidad para enfrentar desafíos cotidianos y claro: podrás llevar tu nuevo poder al trabajo, a la sociedad y comenzar a ver que caen los muros de no se puede, no lo veo, me preocupa… y todos los sinónimos del ¡No!
La vida me ha enseñado que las barreras mentales están dentro de nosotros; las llevamos al hogar y criamos los hijos así; se extienden a nuestras empresas, de tal manera que innovar se vuelve complejo si tú mismo no cambias patrones de pensamiento, porque la materia prima para innovar siempre será la creatividad y este elixir divino está en los cerebros de todas las personas, porque todos somos potencialmente creativos, así que por qué sigues leyendo: ve a quebrar patrones y a construir ideas.